Para mejorar la biodisponibilidad del calcio y fósforo, el desarrollo óseo del pollo, mejorar su movilidad y acceso al alimento y al agua, y por ende su bienestar y su óptima y producción.
La cojera o laminitis en los pollos de engorde son un importante problema económico y de bienestar animal en la industria avícola. Se estima que los trastornos de las patas le cuestan a la industria varios cientos de millones de dólares al año, debido a descartes tempranos y mortalidad, y a degradación o condenas en las plantas de procesamiento.
Los pollos de engorde modernos son capaces de alcanzar 2 kilos en tan solo 30 días, y el desafío sigue creciendo. Cobb ha publicado que para el año 2050, un pollo de 2 kilos estará listo a los 18 días.
El artículo Leg Disorders in Broiler Chickens: Prevalence, Risk, Factors and Prevention, publicado en Reino Unido, por Knowles, T (2008), indica que a una edad media de 40 días, más del 27,6% de las aves mostraban mala locomoción y 3,3% eran casi incapaces de caminar.
Esto se hizo al evaluar la capacidad de caminar de 51 mil aves, que representan 4,8 millones de aves, dentro de 176 lotes. El estudio concluyó que el factor de riesgo primario, relacionado con la mala salud de las patas, son los asociados con la alta tasa de crecimiento.
Para complementar esta conclusión, debemos agregar que los pollos de engorde modernos tienen menos capacidad de producir suficiente cantidad de la forma hormonal activa de la vitamina D3. La rápida tasa de crecimiento es entonces la principal responsable de la baja mineralización y aumenta el riesgo de debilidad de las patas y laminitis (no infecciosas e infecciosas).
El problema entonces no es solo en la mortalidad y los pollos de engorde con evidencia clínica. El principal problema es en lo invisible o subclínico, por lo tanto afecta directamente el bienestar, la ganancia de peso, la conversión alimenticia y la calidad del producto final.